martes, 21 de diciembre de 2010

VIOLENCIA FAMILIAR


Marta Torres Falcón se hace la siguiente pregunta: “¿Qué pensamos al escuchar la palabra “violencia”? Es muy probable que el primer cuadro se refiera a una situación bélica de destrucción ilimitada: genocidio, tortura, muerte. En un segundo momento pueden surgir conflictos regionales (como la nutrida producción de refugiados/as y desplazados/as internos/as en la región andina, por ejemplo) o regímenes militares y dictatoriales, con la consecuente trasgresión sistemática de los derechos humanos. Todavía hay un tercer espacio en el que muy probablemente estaría la violencia urbana: secuestros, robos, asaltos, violaciones. Y tal vez, si tenemos un poco de conciencia y nos hemos enterado de los postulados y demandas del movimiento feminista durante los últimos treinta años, en un cuarto momento pensaríamos en la violencia contra las mujeres: hostigamiento sexual, violación, maltrato del compañero íntimo”.
La violencia hacia la mujer está siempre en último lugar en las políticas sociales, lo cual se contradice con las estadísticas que muestran que la invisibilidad de este fenómeno no implica su inexistencia. Por ejemplo, en España, la principal causa de mortalidad prematura de las mujeres, antes que el SIDA, los accidentes de tráfico y el cáncer de mama, es el asesinato a manos de sus parejas. Si bien en el discurso social parece haber una condena unánime a la violencia, las acciones varían notoriamente cuando las víctimas son mujeres o la violencia sucede en la esfera privada. Hay autores que resaltan el efecto que la noción de propiedad privada ha tenido históricamente en el maltrato a la mujer. La mujer, como objeto de intercambio a partir del cual se establecen los lazos y las jerarquías de todas las sociedades, ha sido conceptualizado por la Antropología Estructural de Levi Strauss. Como vemos, la mujer siempre ha ido al lugar de una cosa que pertenece al hombre y que no es dueña de sí misma ni de sus hijos, sobre los cuales legisla el hombre por medio de la patria potestad. Si bien, hoy por hoy, la patria potestad es compartida por hombres y mujeres y las mujeres son libres e iguales ante la ley, el imaginario social sigue regulando la representación “mujer” en función de aspectos retrógrados. Esto es notorio en los espacios laborales, en donde a igual cargo la mujer gana menos, en donde ante la posibilidad de contratar a un hombre o a una mujer, se elige contratar a un hombre.

MONTE GRANDE - 17 DE DICIEMBRE