
-Las mujeres criollas de antaño trabajaban a la par de los hombres, que hacían viajes esforzados con sus hijos a cuestas, que fundaban ciudades, que peleaban... Sólo en el siglo XVIII la libertad de la mujer sufrió un retroceso, y fue cuando la autoridad paterna se fortaleció, por la influencia del absolutismo europeo en América. Después llegaron las guerras de independencia, en las que la mujer tuvo una acción importante, sobre todo en el Noroeste, donde las más osadas actuaron incluso como espías.
-Con el advenimiento de la moral victoriana, las criollas valientes y desprejuiciadas se fueron convirtiendo en las niñas estiradas del Centenario, rígidas, manejadas por institutrices inglesas y monjas francesas. Pero esa sujeción no fue privativa de las clases altas.
La peor situación era la de la mujer pobre, porque no sólo estaba obligada a ser mujer del hogar, sino a asegurar el sustento con trabajos fuera de la casa. Pero unas y otras, pobres y ricas, tenían que cuidarse mucho de no cometer deslices, porque se exponían a la condena social y al escarnio público. Y a propósito de la palabra “público”, es de notar que en ese tiempo un hombre público era un hombre de vida social rica, mientras que una mujer pública era... lo que sabemos.
-Después de las dos guerras mundiales, en Occidente, las mujeres demostraron que no había nada que no pudieran hacer: fueron aviadoras, choferes, científicas... y puede decirse que en lo único que no hubo jamás vocaciones femeninas fue para el oficio de verdugo y para el de matarife
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